El desván de un anticuario. Arturo Michelena, 1893.
El jarrón con orquídea.
El escudo de Venezuela.
El banco Reina Ana con cojín Aubusson.
El pequeño desnudo.
La marina.
El paisaje.
El albornoz de las Nymphéa.
La alfombra azul y la flor de mayo.
Apreciado don Arístides Rojas,
El espejo. Desde el día en que vi por primera vez el óleo que pintara en 1893 Arturo Michelena, El desván de un anticuario, me subyugó su estampa de observador del pasado, de "Anticuario del Nuevo Mundo", como se le conocía a usted por entonces. Allí Michelena lo retrata muy atento, lupa en mano, frente a una ventana por donde se cuela la vista de una calle de Caracas, inmerso en la observación de un objeto que acapara toda su atención, uno de los muchos que poblaban su desván de antigüedades yque se conseguían en la ciudad hacia finales del siglo:
Como el espejo de mercurio, de marco barroco italiano en madera sólida esculpida y dorada, con frontón decorado, de inspiración Louis XV.
El jarrón con orquídea.
O el jarrón de cerámica japonesa esmaltada con borde dentado en color aceituna, decorada con motivo floral, donde florece un ejemplar de Cattleya Mossiae Hook de color violeta pálido.
El escudo de Venezuela.
O bien el escudo de armas del siglo XIX en madera de roble tallada, que presenta engastado al centro un óvalo con el escudo de Venezuela en esmalte polícromo sobre metal.
El banco Reina Ana con cojín Aubusson.
Y el bello banco inglés Reina Ana del siglo XVIII en caoba, de elegante y estilizado estilo Holandés, con fino tallado en rocaille, adornado con un cojín en tapicería Aubusson y seda con motivo floral y borde rojo.
El pequeño desnudo.
Sin olvidar el pequeño desnudo, "Femme nue étendue sur un divan". Un óleo sobre tela que nos hemos atrevido a atribuir a Gustave Courbet, circa 1862.
La marina.
Y la marina: el "Paysage de mer avec deux promeneurs", de 1850. Un óleo sobre tela que a su vez atribuimos a Barend Cornelis Koekkoek (Middleburg, 1803 - 1862, Kleve).
El paisaje.
Así como el paisaje, la "Vue de la campagne romaine". Oleo sobre tela, circa 1790, que pensamos pintó Claude Gelleée, llamado, como usted bien sabe, Le Lorrain (Chamagne, Vosges, circa 1604/Roma, 1682).
El albornoz de las Nymphéa.
Además del precioso albornoz reposando sobre el banco, quizás a la espera de que yo apareciera por su desván, don Arístides, para llevarme esa exquisita robe de chambre victoriana en hilos de seda china estampada con Nymphéa, hecha en el Japón, circa 1870s.
La alfombra azul y la flor de mayo.
Y la antigua alfombra china YuLin en seda con fondo azul, sobre la que se levanta un pedestal torneado en mármol negro en forma de columna, sobre en el que se expone la más bella pieza en su desván, según mi humilde parecer,
El león contra la serpiente.la escultura en bronce representando un león batiéndose con una serpiente (1830-1875), sobre una base naturalista, que podría perfectamente ser una metáfora de la la ciudad de Caracas luchando contra la barbarie. Una obra probablemente de Antoine Louis Barye, y F. Barbedienne Fondeur, Paris.
¡Anticuario del Nuevo Mundo! A partir de ese día en que ví este cuadro, yo me sentí, don Arístides, y disculpe usted el atrevimiento, inspirada por su personaje. Atrapada por su leyenda, empecé a encontrar en esta ciudad que tantos desprecian, que tantos subestiman, que tantos dan por descontada, un territorio maravilloso para la arqueología urbana y para el coleccionismo. Y, provista de la fe y contagiada de la fascinación que tan genialmente inmortalizara el maestro Michelena, lupa en mano -moi aussi-, voy por Caracas llevándome a mi propio desván para degustarlas y para descifrarlas y para catalogarlas, un día sí y otro también, las antigüedades de este nuevo mundo que -usted y yo sabemos-, ya no podrá jamás renacer sin ellas.
Cordialmente,
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