El desván de un anticuario. Arturo Michelena (1893)

domingo, 13 de junio de 2010

Carta Postal

"Hotel Miramar. Macuto, Venezuela", c. 1920s (f. La Margarita. J.M. Chirinos, Caracas - Archivo Fundación de la Memoria Urbana)

Apreciado don Arístides:

Miramar. Muchos grandes albergues y hoteles de playa de comienzos del siglo XX llevaron este nombre: en Málaga, en Barcelona, en La Habana, en Cannes... Esta bella carta postal que hoy le envío tuvo la virtud de ponerme a pensar de nuevo en el gran hotel de la costa caraqueña.

No era la ciudad balneario de Macuto una estación de veraneo naïf, don Arístides: las arquitecturas están más que bien puestas, y entre ellas, mejor que ninguna, el monumental Hotel Miramar. ¿Que por qué lo afirmo?

Fíjese usted: todo arranca en la playa, en la costa pedregosa con su porosa banda de Uveros. Luego, como en un oleaje de formas sucesivas que se replican mutuamente, nace el largo malecón, con su muro/banco continuo y sus escalinatas escondidas (una invención netamente caraqueña, huelga agregar; no lo hay similar en Trouville, ni en Coney Island, ni en San Sebastián, ni en Hougsgate, ni siquiera en el mismo Deauville, tan a menudo comparado con Macuto...) Acto seguido, la planche, la promenade, el imprescindible lungomare para el desfile elegante, y junto a éste la frondosa Avenida La Playa, discurriendo -como corresponde- sous les palmiers.

Hotel Miramar, c. 1920s (f. Archivo Fundación de la Memoria Urbana)

El ritmado muro norte del gran albergue, limitando el predio del jardín cultivado, y las escalinatas con sus amplios toldos de lona, son la antesala perfecta a un piano nobile tropical dotado de una soberbia colección de aperturas que hacen en su conjunto el más hermoso belvedere del mar Caribe: mi lido favorito, la apoteosis del balneario. Entonces, arrellanado, distendido en medio de esta lujuriosa veranda, instalado entre las columnas de capiteles florales, se ofrece, deliciosamente, cual gourmandise, el restaurante que mira al mar.

Bon appétit, ¡querido amigo!

señora Gómez

Listen to: La Colonna Musicale
-Isaac Albéniz. Sous le palmier

Dear don Arístides:

"Miramar". Many great lodges and beach hotels from the early twentieth-century in Malaga, Barcelona, Havana, in Cannes took this name... This beautiful postcard that I send you today had the virtue of bringing me back to think about the grand hotel of the Caraquenian coast.

The beach town of Macuto was not a naïf holiday resort, don Arístides: the architectures are more than well placed, and among them, better than none, the monumental Hotel Miramar. Why do I say so?

Take a look closer: everything starts at the beach, on the rocky coast with his porous band of Uvero trees. Then, like a tide of successive forms that mimic one another, comes the long jetty, with its continuous wall/bench and its hidden steps (a purely Caracas invention, needless to add, there is not anything similar in Trouville, or in Coney Island, or San Sebastian or in Hougsgate, not even in Deauville, so often compared to Macuto...) Then, la planche, the promenade, the essential lungomare for the elegant parade, and next to it the leafy Avenida La Playa, running -as it should- sous les palmiers.

The north wall of the great hotel, limiting the boundaries of the cultivated garden, and the stairs with their broad canvas marquees are the perfect prelude to a tropical piano nobile equipped with a superb collection of openings that create the most belvedere beautiful belvedere on the Caribbean Sea: my favorite lido, the beach town´s apotheosis.
Then, installed, relaxed in the middle of this lustful veranda, fitted among the floral capital columns, is deliciously offered, like a gourmandise, the restaurant that watches the sea.

Bon appétit, dear friend!


señora Gómez

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